Pero sobre todo tus miradas, esas que me hacían sentir un cosquilleo en la barriga, esas mariposas...¿o debería de decir abejorros? y entonces era como si me esposasen a tu mirada. Porque unos ojos como los tuyos me hacían sentir como si me sumergiese en un océano frío, en el que poder nadar, bucear y buscar cosas con las que entretenerse. Porque tu azul era diferente al de cualquier otra persona. Esos que cada día, dependiendo de la hora, la luz o tu estado de ánimo eran más o menos azules, pero siempre dentro de su tono. Inolvidables.
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