La historia empieza con un encontronazo en un lugar cualquiera, nada importante pero fijo que te acordarás de él. Paseas la mirada por todo el mundo pero algo en él capta toda tu atención. Quizás su altura, quizás sus ojos azules como el cielo en un día claro de sol. Quizás sus labios carnosos formando una línea recta. Tal vez su ceño fruncido mostrando concentración, o quien sabe si halla sido la tensión de sus músculos. Muestras tal embobamiento que te olvidas de la gente que te acompaña y del resto que os separa. Entonces él se gira igual que hiciste tú antes de centrarte en él, con intención de cotillear. Apenas posa sus ojos unos segundos en ti, pero es el tiempo necesario para esbozar una leve sonrisa y el suficiente para que tus pómulos se enrojezcan como cuando tienes fiebre.
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